Espido Freire

El verano ha terminado en la isla, aunque aún nos encontremos en agosto. Los pescadores se retiran, cierran las casas de madera y la taberna, y cruzan el mar, a Lochboisdale; la mayoría vive allí. No habrá más merlangos ni cangrejos hasta la siguiente temporada, hasta el siguiente junio de buen tiempo.



NACHA

Berta Marsé

Noemí: sale del colegio a las cinco y media. Hoy tiene clase de refuerzo hasta las seis y media con Mateo, el hijo de una vecina. Ayer tuvo entrenamiento, mañana inglés e informática. El sábado partido. Cada día llega a casa alrededor de las siete, con el estómago vacío y esos incómodos zapatos que tanto desconciertan a sus padres; tan pesada se puso para hacerse con unos que a Pepe y Maika no les quedó otra opción que comprárselos, o el mundo se hundía sin remedio.



EXALTACIÓN

Nicolás Melini

Los alumnos estaban a punto de llegar. Él se preparaba para dar la clase cuando sonó su teléfono. Era su madre. Descolgó sin poder evitar atender a los sonidos del pasillo, tratando de adivinar si los alumnos estaban ahí ya. Aunque el tono de voz de su madre parecía sereno, él sabía que ella no lo estaba, y, en efecto, pronto lo dejó entrever.




ESCRITURA

Juan Carlos Méndez Guédez

Isaac cumplió su deseo. «Sólo quiero vivir mientras escriba», afirmó siempre.




CAMPANITA

Juan Carlos Chirinos


Doblando la esquina, la tercera no entra; o entra justo cuando cae en ese hueco que —por estar atendiendo otro asunto— no detecta a tiempo. Puede ser también que tampoco atienda el asunto —alguien que le habla y habla sin descanso. En este preciso instante está pensando en cada una de las posibilidades para deshacerse de su acompañante.




EL VELATORIO

Ernesto Pérez Zúñiga

La noche en que murió la señora nadie se quiso quedar a velarla. No porque hubiera ganado algún tipo de odio o de rencor. Simplemente no les resultaba cómoda a ninguno de los numerosos hijos, yernos y nueras, pues al día siguiente había que hacer un largo viaje para acompañar el ataúd. No pregunten adónde. Un ataúd se puede perseguir hasta un cementerio. Pero ustedes dirán hasta dónde se puede acompañar a un muerto.




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Lovecraft inter pares, por Juan Carlos Chirinos

La ignorancia, por Nicolás Melini

Muerte del viejo capitán, por Ernesto Pérez Zúñiga

La novela más vendida, por Juan Carlos Méndez Guédez